A pesar de ser un factor de riesgo importante para enfermedades cardiovasculares, las dislipidemias aún sufren un bajo nivel de detección en adultos mexicanos. Se requieren medidas urgentes para un adecuado diagnóstico, tratamiento y control de estas alteraciones.
Las enfermedades cardiovasculares constituyen uno de los principales problemas de Salud Pública a nivel mundial. A pesar de que se trata de enfermedades altamente prevenibles, y mucho se ha hecho en ese sentido, se espera lamentablemente que la incidencia de estas patologías se incremente durante las siguientes décadas.
En 2015 se registraron 18 millones de defunciones por enfermedades cardiovasculares en el planeta y las cifras pronosticadas para este 2020 serían sensiblemente superiores. Alrededor de 20 millones de muertes vinculadas.
En los últimos años se ha asistido a un desplazamiento de la mortalidad desde los países de ingresos altos hacia aquellos con ingresos medios y bajos. Latinoamérica no se ha visto exenta de esta situación, con un incremento preocupante en factores de riesgo cardiovasculares tales como obesidad o dislipidemias entre otros. En México son numerosas las encuestas nacionales que han jerarquizado el rol del incremento de lípidos en sangre en la génesis de enfermedad cardiovascular. Una de 2012 enciende una señal de alerta: uno de cada cuatro habitantes a los que se les detectó hipercolesterolemia no tenían diagnóstico previo.
Un grupo de investigadores entre los que se destaca César Hernández Alcaraz – integrante del Instituto Nacional de Salud Pública, en Cuernavaca- analizó datos acerca del perfil lipídico de los mexicanos. Habían sido obtenidos previamente gracias a la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2012. Una muestra nacional y representativa de la población (96031 individuos) que incluyó: cuestionarios acerca de factores de riesgo cardiovascular, patologías crónicas previas y condiciones sociodemográficas. También, información acerca de dieta y ejercicio físico, así como mediciones antropométricas y registros de tensión arterial. Además en 9566 adultos, mayores de 20 años elegidos al azar, se realizaron análisis de laboratorio en búsqueda de dislipidemias.
Los citados investigadores comunicaron los resultados de su análisis en la revista Salud Pública de México. La hipoalfalipoproteinemia -con valores de lipoproteínas de alta densidad (HDL) por debajo de lo normal-y los niveles elevados de lipoproteínas de baja densidad (LDL) constituyen los trastornos lipídicos más frecuentes en adultos mexicanos. Seguidos de hipertrigliceridemia e hipercolesterolemia.
La hipoalfalipoproteinemia fue más visible en varones, al igual que la hipertrigliceridemia. Esta última más frecuentemente detectada en aquellos con edades entre los 20 a 59 años. En tanto que la hipercolesterolemia y los incrementos en los niveles de LDL fueron dislipidemias más comunes en mujeres con edades por encima de los 60 años. Una de cada cinco de las personas diagnosticadas tenía combinación de los trastornos citados.
Se observaron diferencias epidemiológicas según el nivel educativo, socioeconómico, o el lugar de residencia. La hipercolesterolemia y los niveles elevados de LDL fueron más identificados en adultos con altos niveles educativos o aquellos residentes en estados del norte de México. En cambio la hipertrigliceridemia fue menos prevalente en los niveles socioeconómicos altos y más común en el sur del país. La hipoalfalipoproteinemia presentó menores tasas de prevalencia en Ciudad de México. Además de la alarmante proporción de personas sin diagnóstico previo, detectaron tasas muy bajas de tratamiento y adecuado control de estas entidades. Más del 50 por ciento de los adultos bajo tratamiento con estatinas tenían cifras de colesterol total por encima de 200 mg/dl.
Estudios previos posicionaron a nivel global los valores elevados de LDL como el segundo factor de riesgo para mortalidad, o años de vida perdidos, por enfermedad cardiovascular. Numerosos ensayos clínicos que han logrado reducir los niveles de LDL en sangre, también han disminuido el riesgo de enfermedad coronaria. No existe por el momento un tratamiento farmacológico enfocado en incrementar los niveles de HDL. La disminución de dichas lipoproteinas ha sido considerada factor de riesgo independiente para enfermedad cardiovascular. En asociación con niveles de triglicéridos elevados desencadenan un mayor riesgo aterogénico. Dicha combinación ha sido detectada con asiduidad en participantes con dislipidemias en la ENSANUT 2012.
Según las conclusiones del artículo, los efectos positivos de las estatinas podrían no ser suficientes en México. Un país caracterizado por altas tasas de malnutrición y sedentarismo. Consideran que se debe buscar además cambiar estilos de vida. Califican a las estrategias de detección de trastornos lipídicos implementadas como deficientes. Por último, demandan de manera urgente la puesta en marcha de políticas públicas que incrementen el diagnóstico, acceso a terapias y un adecuado control de las dislipidemias.
Salud Pública de México Revista cubana de Salud Pública ENSANUT 2012
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