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Una cuarta edad con incógnitas y esperanzas para Latinoamérica

En América Latina se incrementa la expectativa de vida y, de manera acelerada, cada vez son más las personas que superan los 80 años de edad. Sin dudas, se trata de una buena noticia. ¿Pero qué desafíos plantea esto a los sistemas sanitarios de la región? ¿Qué se necesita para mejorar los cuidados de quienes ingresan a la cuarta edad? ¡Enterate en la siguiente nota!

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La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 434 millones de personas con edades por encima de los 80 años habitarán el planeta en 2050. Dicha cifra triplica a la registrada en 2015 y refleja el acelerado cambio demográfico por el que marchan la mayoría de los países en la actualidad. Latinoamérica no permanece exenta de este fenómeno. Constituye una de las regiones en donde se pronostica que una mayor proporción de personas vivirán en la que ha sido denominada “cuarta edad”. El envejecimiento de la población resulta sin dudas un éxito del sanitarismo, pero también un gran desafío para los tiempos que vienen. ¿Podrán los sistemas de salud absorber las cargas generada por estos pacientes? ¿Qué estrategias se adoptarán para lograrlo? ¿Todos y todas en América Latina tendrán oportunidades de transitar un envejecimiento saludable?

Cuarta edad: la importancia de un abordaje individualizado

En México la población mayor de 60 años pasó de cinco millones (6%) de habitantes en 1990 a más de quince millones en 2020 (12%). Algo similar sucedió en países como Perú, Chile o Colombia, por mencionar algunos otros del continente. Se trata de personas que ocupan una franja etaria que no es homogénea y en la que es preciso, según la OMS, mantener no solo la salud, sino también una adecuada capacidad funcional que asegure bienestar y calidad de vida a esos años que se suman.

Tradicionalmente la octava década de vida, o el paso por la cuarta edad, ha sido asociado con un punto de declive en el que la enfermedad y la dependencia física cobran un mayor protagonismo en las personas. Pero algunos estudios longitudinales van en contra de la generalización de esta visión. Existen también individuos que si bien padecen una mayor fragilidad, aún cuentan con una elevada autonomía y capacidad funcional. Esto lleva entonces a la necesidad de estrategias preventivas y tratamientos diferenciados que giren en torno a la evaluación personalizada de dicha capacidad.

Los expertos coinciden en que los estereotipos, o prejuicios, que habitualmente se tiene de la vejez no deberían inmiscuirse en la práctica clínica. Proponen como antídoto un abordaje centrado en el adulto mayor y una pregunta muy general como guía: simplemente ¿Qué le preocupa?. Si se le suman otras, relacionadas con la medicación que toma, la habilidad que conserva para pensar y expresar ideas de manera efectiva, o el grado de movilidad que posee, creen que se está más cerca de conocer a la persona que se encuentra detrás de la enfermedad. Bajo esta perspectiva, médico y paciente fijan metas y deciden qué, cuándo y cómo tratar.

Se necesitan entornos sanitarios más amigables con la vejez

Otra preocupación de la OMS es dar con un sistema sanitario adaptado y amigable para la atención de personas que se encuentran cursando la cuarta edad. La entidad ha emitido recomendaciones para los diversos niveles de atención, pero hasta el momento la respuesta no ha sido la esperada a nivel global. Los efectores sanitarios generalmente se encuentran pobremente organizados para brindar cuidado a adultos mayores con comorbilidades complejas.

Si se pone la lupa en los hospitales, se llega a la conclusión de que este nivel funciona mejor brindando soluciones a una población joven. Especialmente a aquellas personas que padecen enfermedades agudas que requieren un rápido diagnóstico y tratamiento. Algunos estudios reflejan que a estos centros todavía le cuesta lidiar con situaciones frecuentes de ver en edades más avanzadas. La aparición de delirio, inmovilidad, caídas, úlceras por decúbito, o malnutrición, complejizan la práctica asistencial, extienden el periodo de internación y retrasan el retorno de los pacientes a la comunidad.

Con la atención puesta en las enfermedades crónicas no transmisibles

El envejecimiento acelerado de la población coexiste en la actualidad con un incremento del reporte de enfermedades crónicas no transmisibles. En los Estados Unidos, nueve de cada diez personas que superan los 80 años tienen al menos una patología de este tipo. Las tendencias de ambos sucesos continuarán en ascenso y eso despierta inquietud dada la elevada morbimortalidad asociada a estos padecimientos. El impacto será transversal a toda la población que transita la cuarta edad, pero se teme por un mayor compromiso en mujeres y en habitantes de zona rurales.

Se ha logrado establecer que las personas de sexo femenino viven en promedio cinco años más que los hombres. Pero tener una expectativa de vida más larga no siempre representa una ventaja para ellas. También se ha determinado que las mujeres adultas mayores padecen con mayor frecuencia que los hombres enfermedades incapacitantes. Además, por si fuera poco, estas condiciones persisten durante un mayor tiempo. Alrededor de tres de cada diez mujeres mayores ,en la actualidad, tienen dificultades para realizar alguna actividad de la vida diaria. Lo relatado afecta a dos de cada diez hombres.

Lamentablemente, el ámbito rural tampoco augura una vida tranquila y libre de enfermedades crónicas no transmisibles. Allí la presencia de una población de mayor edad que la observada en zonas urbanas, sumado a la escasez de servicios de atención sanitaria, plantea dificultades y enciende una señal de alarma para el futuro.

De incógnitas y esperanzas para la cuarta edad en América Latina

Las preguntas del inicio del texto permanecen como incógnitas que serán develadas con el paso del tiempo. Todavía falta un trecho para 2050 y la pronosticada agudización de esta problemática. Por ahora, en América Latina diversos trabajos indican que no se cuenta con un sistema sanitario adaptado al adulto mayor, el número de médicos y médicas especialistas en geriatría resulta insuficiente y el edadismo impacta en la práctica asistencial. Además, las personas adultas mayores tienen en la actualidad el doble de probabilidades de ser hospitalizadas que aquellas más jóvenes.

Pero también existen señales que permiten soñar con cambios. Desde la OMS se ha denominado al período 2021-2030 como la “Década del envejecimiento saludable”, diversos actores regionales apuestan al trabajo colaborativo e intersectorial para abordar este tópico, en los hospitales resulta cada vez más frecuente la puesta en marcha de equipos multidisciplinarios para mejorar el cuidado de estos pacientes. Además, quienes tienen injerencia en la formación de nuevos profesionales han tomado nota de la necesidad de contar con más y mejores especialistas en geriatría. André Maurois, un novelista y ensayista francés (1885-1967), decía que “el arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza”. En eso se está trabajando.

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Fuente/s:

-Envejecimiento y Salud. Organización Mundial de la Salud. Disponible en: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/ageing-and-health

-Huang AR, Larente N, Morais JA. Moving Towards the Age-friendly Hospital: A Paradigm Shift for the Hospital-based Care of the Elderly. Can Geriatr J. 2011 Dec;14(4):100-3. doi: 10.57700/cgj.v14i4.8. Epub 2011 Dec 12. PMID: 23251321; PMCID: PMC3516236.

-Tavares J, Santinha G, Rocha NP. Age-Friendly Health Care: A Systematic Review. Healthcare (Basel). 2021 Jan 16;9(1):83. doi: 10.3390/healthcare9010083. PMID: 33561084; PMCID: PMC7830866.

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