El Dr. Alejandro Brain explica en esta entrevista lo que le ocurre psicológica y físicamente al fanático tras los juegos de la selección en el Mundial
Remeras de la suerte, cábalas, rezos, gritos, tensión. Para un fanático, un partido de fútbol es mucho más que 90 minutos y goles certeros o errados; es un golpe de emoción y ansiedad que, en ocasiones, acarrea consecuencias físicas y psicológicas para el individuo o para su grupo.
El Dr. Alejandro Brain cuenta con veinte años de ejercicio de la psiquiatría grupalista, especializado en adicciones, y trabaja actualmente en el Hospital General de Agudos Dr. Teodoro Álvarez. Asegura que cada partido decisivo es vivido por el hincha con una sensación similar a la de ir a la guerra, lo que ocasiona que los sentidos, las hormonas y todas las reacciones físicas asociadas se ubiquen en un máximo nivel de sensibilidad e intolerancia. Aunque él no se considera un fanático en extremo, asegura en esta entrevista con Océano Medicina que ha alentado a la selección Argentina en los partidos, y hace recomendaciones a médicos y fanáticos para abordar estos temas de la mejor manera, especialmente ante la reciente despedida de la albiceleste del Mundial.
– ¿Cómo describiría desde la psiquiatría las características de un fanático?
– No está descrito puntualmente pero, como en otras formas del fanatismo, suele ser una manifestación de algún trastorno de la personalidad. En general, se produce como parte de un asunto de masas. Es como ir a la guerra: entre los hinchas tienes un montón de gente que arenga, que piensa que todo es dual y que solo hay buenos y malos, todo es negro o blanco, así que si tu equipo gana está todo bien y si pierde, todo mal. No tiene que ver necesariamente con la idiosincrasia de los países, sino con personas que se juntan en grupos y ponen toda su vida en eso, bien sea un deporte o fanatismo de otro tipo, como puede ser el político. En ese sentido hay una característica en común, que es gente que va hacia un objetivo o idea muy particular y se niega a aceptar algo más.
– ¿Cuáles efectos físicos puede padecer un fanático del fútbol antes o durante un partido?
– Un fanático vive para cada partido, como una dependencia a una droga o a alguna otra adicción. En ese sentido, hay factores químicos y hormonales que se producen en el cuerpo y que son similares a los fenómenos de huida: adrenalina, taquicardia, respiración agitada, sudoración o efervescencia. Desde la psiquiatría hay algo decisivo porque lo que ves en el pacientes es que se pierde un poco el límite, y cuando eso ocurre aparecen las sensaciones de peligro: angustia, sensación de todo o nada, casi un ataque de pánico e irritabilidad, y esto es una situación donde todo lo que se piensa o se desea tiene que ver con el partido. Para una persona mayor o con factores de riesgo cardiovasculares puede incluso ocurrir que se produzca un infarto o que padezca de variaciones bruscas en la presión.
– ¿Cómo recomienda tratar los casos extremos?
– De haber una manifestación muy grave. Considero que tiene que haber un tratamiento interdisciplinario, con psiquiatras, psicólogos y otros especialistas. También recomendaría apostar por una metodología grupal, para que se genere un vínculo con otras personas que también empiezan a tener estos problemas.
– ¿Cómo enfrentar la derrota de la selección argentina en el Mundial?
– La derrota se entiende como un duelo, y como tal tiene distintas etapas, como depresión o irritabilidad. La potencia en que se presenta este duelo muchas veces tiene que ver también con la manera en que se ha manejado el tema, y allí tienen cierta responsabilidad los medios de comunicación, porque hay un tema social que alimenta la idea de que si el equipo gana se está muy bien y si pierde es una calamidad para todos. Estaría bueno que los medios bajen la presión sobre el tema, por la salud mental de algunas personas. Es importante, desde el punto de vista médico, hacer ver que un partido no tiene relación con la muerte de nadie, hay que explicar que se puede ganar o perder y que si se pierde es porque hay otro equipo que también juega bien. Lo que pasa es que hay una idea extendida de que si alguien cobra mucho (un jugador) y tiene poder (está en la selección) no se tendría que equivocar en nada, pero ocurre que del otro lado también hay un ser humano.
– Precisamente, abordando la presión que esta dinámica social implica para los jugadores ¿Cómo trataría usted a los jugadores integrantes de la selección?
– Creo que todos los jugadores tienen presiones y algo importante es estar con ellos a ver qué les pasa, en grupo e individualmente. Cada jugador enfrenta una situación distinta y eso se suma al tema grupal, así que en ese sentido me parece fundamental que haya un psicólogo en el equipo técnico. Creo que para el jugador es muy difícil cualquier cosa si pierde y muy fácil si gana, porque, en realidad, son personas que viven teniendo finales, viven jugando mucho en todos sus equipos, así que bastante experiencia tienen en esos momentos del deporte, pero cuando les atacan personalmente ya es más difícil defenderse.
– En momentos como estos, no debe ser fácil ser un Messi, por ejemplo…
– Ser un humano no es fácil en ninguna circunstancia. Nos sorprende ver preocupado en la tele a alguien que uno supone que no debería estarlo, pero nunca hay que olvidar que ese es un ser humano que siente lo mismo que todos, que se frustra. Y cuando digo que no es fácil, creo que eso es algo bueno, que de alguna forma esos momentos les recuerdan a todos que ni él ni ningún famoso es un robot, que es un ser humano. El día que perdió Alemania, por ejemplo, oí decir que esos jugadores que pertenecen a una cultura que uno diría que es más rígida, manifestaban su tristeza como latinos, y es que el efecto de la derrota es el mismo para todos, y ellos se juega la vida ahí.
– Yo trabajaría mucho con la idea de no esperar tanto la valoración del otro, y con la certeza de que cada quien hace lo mejor que puede. De cierta forma, el fanatismo es no encontrar pasión, interés o proyecto en otras cosas, así que es importante dirigirlos hacia la idea de que uno se tendría que diversificar más en intereses.
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